Los estudios literarios de Vargas Llosa

Estudios literarios de Vargas Llosa

No solamente nos debe interesar estudiar el pensamiento político o social de Mario Vargas Llosa y sus denuncias, sino también qué piensa el de la literatura, sobre todo de la Latino Americana. Iremos recorriendo esta versión, no menos importante que la anterior.

1. GARCIA MARQUEZ. ESTUDIO DE UN DEICIDIO (1971)

Este libro ya tiene cuarenta años de vida (Seix Barral, 1971). En esos tiempos Vargas Llosa y García Márquez eran amigos, luego hubo una distancia entre ellos: probablemente la disidencia ideológica entre ambos, sus discusiones al respecto, haya sido la causa, o algún incidente de tipo privado que no es tema nuestro considerar. Lo cierto es que si al día de hoy pueden ambos continuar con el distanciamiento, la entrega del Nobel de Literatura a Mario, hace más significativo considerar este texto dedicado a ese gran otro Nobel Latinoamericano, como lo es, no cabe duda, Gabriel García Márquez.

Es importante señalar que Mario considere que es el amor de Gabriel al pueblo de su patria, uno de los factores principales que determinaron su impronta literaria. No hay revancha ni desamor en la izquierda política de García Marques, que pueda distanciarlo de su amor a su pueblo nativo, aunque la historia política de su pueblo, Tupa Maros a un lado, haya discurrido entre liberales y conservadores, unidos en algún momento por un denominado “Pacto de Punto Fijo”.

Nuestro Marito Vargas se detiene a estudiar la influencia que pueden haber tenido en Gabriel, literaturas tan disímiles como lo han sido los libros de Ernest Hemingway de William Faulkner. En tal sentido el aporte bibliográfico de Vargas es haber recordado o desempolvado un olvidado libro de Gabriel titulado “Un hombre ha muerto de muerte natural”, donde el colombiano le hace un explícito homenaje a Hemingway. Vargas transcribe párrafos enteros de esta publicación, realizada en México, en el Periódico Novedades el 9 de julio de 1961.

En relación con la influencia de Faulkner, Mario la encuentra especialmente en el libro de Gabriel “La hojarasca”, así como en la estructura funcional de ese universo macondiano que lo ha hecho famoso, y quizás factor determinante para recibir su Nobel literario. Vargas encuentra que hay un cierto paralelismo entre el pueblo faulkeriano de Joanapatawah, y el Macondo fantaseado por el creativo imaginario de García Márquez.

Hay un permanente recorrido por parte de Vargas en los personajes emblemáticos de Gabriel: caso de Aureliano Buendía, ya lo señalamos, pero también de Úrsula Iguarán y de Amaranta Úrsula. Lo concreto es que este texto de Vargas es tan antiguo, como antiguo ha sido el rompimiento de su relación personal con García Marques. Esperemos que al haberse ambos unificado en el reconocimiento internacional, ese dato los reúna en términos de hermandad cultural latinoamericana

2. LA ORGIA PERPETUA. COMENTARIO A “MADAME BOVARY”, DE GUSTAVE FLAUBERT (1975)

Nos dice Vargas Llosa que a partir de la primera lectura de “Madame Bovary”, sintió un hechizo poderosísimo; que ninguna otra novela vampirizó tan rápidamente su atención. Sostiene que “hasta la Iglesia ha llegado a admitir que el hombre tenía derecho a comer, a pensar y expresar sus ideas libremente, a la salud y a una vejez segura”. Irónica denuncia la de Mario contra la Iglesia. Pero también agrega que “como en los tiempos de Emma Bobary, se mantienen los mismos tabúes –en esto la derecha y la izquierda se dan la mano-  que universalmente niegan a los hombres el derecho al placer…” Otra fina manera de denuncia por parte de Mario.

Considera Vargas que en Madame Bovary hay un fetichismo del botín, es decir del zapato, “donde pies y calzados femeninos son muy importantes en la vida erótica de los varones”. Es que la gloria del Flauvert ha sido “haber creado, en el personaje menudo y versátil de Emma Bovary, la mejor demostración de esta verdad, uno de los campanarios que dominan la llanura de la existencia humana”: la mujer infractora y rebelde que termina en el suicidio.

Para Vargas la Bovary es un reflejo de la propia vida del Autor. Cuando muere su padre, que era médico, Flauvert se libera de “esa sombra aplastante que todavía podía oscurecer su libertad”: se murió de amargura al ver a su hijo convertido en un inútil para la acción. Recordamos que algo parecido le ocurrió a Kafka. A su turno Emma Bovary puede ser una evocación del Autor de las amantes que tuvo en su vida: Luis Colet, leyendo su correspondencia, quien le hace una escena de celos cuando lo encuentra a Flauvert con Louise d’Arcer. También figura Ludovica, quien se distrae con innumerables amantes,  en la nómina del desorden afectivo que inspira a Emma. No se puede omitir la misteriosa amante del Autor,  Eulalie Foucaud y sus aventuras en Marcella. Nos lo indica Mario.

La trama de la novela nos lleva al desenlace. El marido de la libertina Emma, Charles Bovary, es un hombre arruinado por el derroche de su mujer. Emma recurre a usureros y hasta le roba a su marido, que un día encuentra sus bienes embargados. La situación se torna insoportable para Emma, quien termina suicidándose. En tanto que su marido Charles sigue una vida vacía, carente de sentido existencial.

Siguiendo siempre las indicaciones de Vargas, las fuentes literarias que tuvo Flauvert para escribir Madame Bovary fueron: en primer lugar “El Quijote” de Cervantes: “el manchego fue un inadaptado a la vida por culpa de su imaginación, al igual que la muchacha normanda, su tragedia consistió en querer insertar sus sueños en la realidad”. En segundo lugar Mario menciona a Balzac, por el influjo que tuvo el creador de “La Comedie Humaine”, en la actitud sentimental de Emma Bovary, sobre todo a partir de la comparación del libro de Balzac “La Muse du département” con la vida novelada de Emma. Otro libro de Balzac señalado por Vargas es “La Physiologie du mariage”, cuyo solo título es suficientemente indicativo. Finalmente Vargas, con cita de Dumesnil, indica que el libro “Atala” de Chateaubriand encuentra eco en las descripciones de Madame Bovary.

3.  CARTA DE BATALLA POR TIRANT LO BLANC (1969)

Este libro fue escrito por Jeanot Martorell en 1947, y sobre su texto Vargas Llosa escribió este ensayo en 1969. Una cumbre en su género, según Mario.

Vargas nos informa que Cervantes ha sostenido que  la “Carta de Batalla”, es el mejor libro del mundo, cuya traducción anónima al castellano data de 1511. El género del libro es el de las novelas de caballería. ¿Fuente del Quijote, entonces? Vargas no lo sostiene, pero si dice que Cervantes la mató. El homicidio de un manco con su mano libre.

Ese género de novelas fue perseguido por la Inquisición de la Iglesia, una suerte de miedo a la imaginación, fuente de toda rebelión. Aquí aparece nuevamente el Vargas denunciante.

Según Vargas, el escritor Martorell es “el primero de la estirpe de los suplantadores de Dios”,  a quien continúan: Fielding, Balzac, Dickens, Flaubert, Tolstoi, Joice y Faulkner.

4.  LOS MISERABLES. DE VICTOR HUGO (2004)

En la “Tentación de lo Imposible”, Vargas Llosa, luego de bosquejar rápidamente la vida múltiple del gran escritor francés, se dedica a profundizar el sentido histórico, político y literario de “Los Miserables” (1862-1885)

Las tres obras más famosas de Víctor Hugo fueron: “Nuestra Señora de París”, Cromwell y Los Miserables. Jean Cocteau ha dicho: “Víctor Hugo era un loco que se creía Víctor Hugo”.  Todas estas referencias nos las ha dado Mario en “La Tentación…”.

El siguiente personaje, que es central, nos lo dice Mario, es Jean Valjean.  “Tiene todas las valentías, todas las virtudes, todos los heroísmos, todas las santidades”  Es un hombre físicamente muy fuerte.  Ama a la pequeña Cosette, a quien rescata de sus perversos padres. Fue vilmente condenado a pasar en prisión cinco años por robar un pedazo de pan, para dar de comer a sus sobrinos. Cuando Thenardier y su mujer, pareja de forajidos que comandan una banda de ladrones, lo atrapan a Valjean y lo tratan de torturar, éste se adelante y se tortura a sí mismo con un hierro candente. Este súper-hombre es perseguido por el policía Javert y como acto de suma entrega personal renuncia a su pequeña Cosette, que es lo que más quiere.

Hay un capítulo en “La Tentación…” que Vargas titula  “La vena negra del destino”.  Transcribe a Hugo diciendo: “Por más que nos afanemos en tallar del mejor modo posible el bloque misterioso de que está hecha nuestra vida, la vena negra del destino reaparece siempre”.  Se trata de un determinismo inaceptable, pensamos, para Vargas. Si lo aceptara estaría renegando de la libertad humana como instrumento para cambiar la historia: que ya estaría escrita inexorablemente. Sostiene el narrador Hugo que “la marcha del bien al mal, de lo injusto a lo justo, de lo falso a lo cierto, de la noche al día, de la podredumbre a la vida, de la bestialidad al deber, del infierno al cielo, de la nada a Dios” a todo esto estamos condenados por la sociedad.  Nos reímos,  suponemos que también Vargas se ríe de esto. En primer lugar el destino no nos condenaría a pena alguna, sino que nos llevaría al Paraíso.

Cuáles son las condiciones de los miserables trabajos parisinos que inspiran a Víctor Hugo. La costurera Fantine, a modo de ejemplo, “tiene que coser 17 horas cada día para ganar 12 centavos y estos se reducen a 9 cuando los precios en el mercado textil bajan debido a la competencia que hacen los presos a las costureras. Duerme apenas cinco horas al día y se priva de lo más elemental” Según Vargas, en la novela no hay lucha de clases, sino enfrentamientos por prejuicios sociales, morales y sexuales: donde la mujer es una verdadera maginada. Vargas señala una contradicción en el narrador. Por un lado nos dice que “la miseria es el origen del robo y la prostitución” y, por el otro, que  “la educación cauterizará esos males” Vargas sostiene que, si ello fuera así bastaría ser culto para estar vacunado contra la pobreza y no es así, hay muchos hombres cultos que se hundieron en la pobreza.  Nosotros señalamos que ningún cultura asegura prosperidad mientras las empresas no utilicen la socio tecnología de “gestión de calidad”, impuesta por Edward Deming en Japón, de la mano de Mac Arthur luego del holocausto de la segunda guerra mundial.

El último tema de nuestro relato es el movimiento “revolucionario” que relata Víctor Hugo, evocando el levantamiento callejero de París de 1832. Según Vargas esa referencia del narrador careció de contenido ideológico y tampoco tuvo una finalidad política. Señala que Víctor Hugo sostiene que se trata de una “revolución formidable y oscura. Sostiene que no se sabe si su objetivo es instalar una monarquía constitucional o restaurar la republica. No se indican cuales son los abusos, las injusticias y los crimines cometidos por el poder contra el cual se dirige la sublevación. De todos modos Vargas sostiene que el episodio constituye “más espectacular de una historia donde la teatralidad es una característica mayor” del relato. De todos modos Mario destaca que la actitud de los revoltosos es pasiva, dispuestos a morir sin usar sus armas, porque los rebeldes saben que el levantamiento no tiene la menor posibilidad de triunfar. El grito de lucha lo dice todo, cuando el líder Enjolras grita: ¡Viva la muerte!

El colofón del libro es que para Víctor Hugo “La meta y el sentido de Los miserables no es el cielo, sino la tierra; no es el alma, sino la vida; no es la plegaria, sino la miseria, sino la sociedad”. Este se encuentra al final del apartado titulado “La enumeración del infinito”.  Algo muy diferente de lo que parece desprenderse del desarrollo del texto comentado por Vargas.  Es decir, un infinito que está instalado en la finitud de la vida social, en una ciudad como París, trasegada por una red cloacal por donde deambulan personajes tan disímiles como los que hemos presentado en este escueto comentario. Con una conclusión que para nosotros sigue siendo no discutible: Mario Vargas Llosa escribe este libro como un impenitente denunciante de la injusticia, blandiendo siempre la espada de la libertad como instrumento de lucha.

5. ALBERT CAMUS Y LA MORAL DE LOS LIMITES (1975)

Sacamos este estudio de Vargas Llosa de esa acumulación de notas periodísticas que él ha compilado en su libro “Contra viento y marea”, porque su extensión, profundidad y riqueza justifican tratar este texto como un estudio, no de un libro solo de Camus, sino de toda su propuesta literaria, que es, por lo demás una propuesta de vida.

A. Breve noticia sobre la vida de Albert Camus

Nació Camus en el llamado pied noir, es decir esa zona de Argelia colonial, habitada por un millón de europeos colonizadores. Es decir se trataba de una minoría, frente a los siete millones de árabes argelinos. Como lo señala Vargas, esa comunidad no era homogénea, pues en ella había ricos y pobres, también medianamente pobres, que era el sector al cual pertenecía Camus. Durante su infancia y adolescencia vivió en forma miserable, porque su padre era un obrero que murió joven, dejándolo huérfano a Albert. Entonces fue la madre quien tuvo que trabajar como sirvienta, apareciendo luego su tío como figura protectora, se trataba de un carnicero anarquista, que tuvo el buen tino de iniciarlo a su sobrino en la lectura. Cuando Albert contrajo la tuberculosis, pudo curarse atendido en instituciones de beneficencia. Se trata indiscutiblemente de hombre que nació y paso su juventud en provincia, siendo un “extranjero” cuando arribó a París. Este es el breve informe que nos brinda Mario.

B.  Perfil espiritual del gran escritor

Haberse criado y formado fuera de una gran ciudad, muy cerca de la vida campesina, hizo de Camus un hombre enamorado de la naturaleza. Vargas nos dice que “vivió en un mundo donde el paisaje era la presencia primordial”. Algo mucho más significativo para el escritor que el cemento y el asfalto. Nos advierte Mario que el amor por la naturaleza de Camus se puede apreciar en sus primeros libros: “L’envers et l’endroit”, “Noces”, “L’été” y “Minotauro ou halte d’orion”: en ellos el sol, el mar, los árboles, la tierra áspera o las dunas quemantes de Argelia, son la materia prima del pensamiento o reflexión del joven escritor.

La generación de intelectuales que integró Camus, de cualquier orientación ideológica o política de su tiempo, tenían en común la “idolatría por la historia”: Sartre o Merleau Ponty, Aron o Garaudy, Mounier o Lefebre. A partir de allí comenzaban las diferencias. En cambio Camus no “acepto nunca ese mandamiento moderno”. Para él una interpretación meramente ideológica, económica o sociológica sobre la condición humana, estaba trunca y hasta era peligrosa.

Esta idea fuerza la vuelca en su libro “El hombre rebelde”, donde el absolutismo historicista lo visualizaba como “el origen de la tragedia política moderna”. Ello explica los totalitarismos y autoritarismo que han azolado al mundo. Al mundo natural, se le ha amputado lo que lo hace permanente: “el mar, la colina, la meditación de los atardeceres”. Cuanta belleza y cuanta verdad.

Este es el material que existe como sustrato de la literatura de Camus que Vargas tiene que comentar. Y es aquí donde nos encontramos con una de las páginas más bellas que hemos leído del flamante Nobel. No podemos evitar la tentación de transcribirlas: “A este hombre citadino, al que los pensadores modernos han convertido en un mero producto histórico, al que las ideologías han privado de su carne y su sangre, a este ser abstracto y urbano, separado de la tierra y del sol, desindividualizado, disgregado de su unidad y convertido en un archipiélago de categorías mentales, Camus opone el hombre natural, unido al mundo de los elementos , que reivindica orgullosamente su estirpe física, que ama su cuerpo y que procura complacerlo, que encuentra en el acuerdo con el paisaje y la materia no solamente una forma plena y suficiente del placer, sino la confirmación de su grandeza.

Es decir que la tesis conduce a  Camus a sostener que “las ideologías conducen irremisiblemente a la esclavitud y al crimen, que la moral es una instancia superior a la que debe someterse la política y a romper lanzas por dos señoras tan desprestigiadas, que su solo nombre ha pasado a ser objeto de irrisión: la libertad y la belleza”

El propio Camus calificó como utópica su posición. Pero la consideró como una utopía relativa. Lo que tuvo claro es su utopía ha despedido fuera de programa al cristianismo y al marxismo. Porque ambos, uno y otro por razones distintas, rebajan la dignidad humana. ¿Con que derecho un cristiano o un marxista me acusa de pesimista? No he sido yo quien ha inventado la miseria de la criatura, ni las terribles fórmulas de la maldición divina.

Señala Vargas que “sería injusto creer que el reformismo de Camus, se contentaba con postular una libertad política y un respeto a los derechos del individuo a la discrepancia, olvidando que los hombres son también víctimas de otras pestes, tanto o más atroces que la opresión. Camus sabía que la violencia tiene muchas caras, que ella también se aplica, y con qué crueldad, a través del hambre, de la explotación, de la ignorancia, que la libertad política vale poca cosa para alguien a quien se mantiene en la miseria, realiza un trabajo animal o vive en la incultura”. Magnifica denuncia de Vargas apoyada en el magnífico pensamiento de Camus.

Finalmente tenemos que destacar que Camus pensó a la democracia como el gobierno de las mayorías que defienden a las minorías: sean religiosas, culturales o políticas. No para imponerles a estas minorías sus criterios, menos aun para menospreciarlas, sino para integrarlas en el trabajo común, ayudarlas a salir de sus carencias y no discriminarlas nunca.

C. El extranjero (1940)

“El Extranjero” fue recibido como una metáfora de la sin razón del mundo, nos lo dice Vargas y Jean Paul Sastre al comentar la novela de Camus sostiene: “el protagonista Meursaud sería la encarnación del hombre arrojado a una vida sin sentido, víctima de unos mecanismos sociales que bajo el disfraz de las grande palabras  -el derecho y la justicia-  solo escondían gratuidad e irracionalidad”.

Vargas nos señala que, de este modo, el “Extranjero” se ha convertido en un alegato contra la tiranía de las convenciones y de la mentira en que se asienta la vida social. Mártir de la verdad, el protagonista va a la cárcel, es sentenciado y, presumiblemente, guillotinado, por su incapacidad ontológica para disimular sus sentimientos y hacer lo que hacen los otros hombres”. Llegamos a la conclusión que el extranjero asesino no puede mentir, peor aún, no puede dejar de defenderse. La trama de la obra lo lleva a Vargas a formular su denuncia: “el comportamiento de Meursault nos ilumina las insuficiencias y vicios de la administración de la justicia y nos deja entrever las suciedades del periodismo”.

Vargas agrega que “el lector sale de las páginas de la novela con probables sentimientos encontrados respecto al protagonista  -quien ha matado a un árabe en la playa-  pero convencido de que el mundo está mal hecho y que debería cambiar”. No hay conformismo en Vargas con la situación social del hombre, su humanismo lo mantiene vigilante.

Y Vargas Llosa termina su juicio sobre la obra: “ella no concluye que como las cosas son así, hay que resignarse a aceptar un mundo organizado por fanáticos como el Juez instructor o por histriónicos leguleyos como el Procurador. Ambos personajes nos producen repugnancia. Incluso el capellán nos desagrada por su inflexibilidad y su falta de tacto. Meursault muestra la precariedad y la dudosa moral de las convenciones y ritos de la civilización”.

D. Entre Sartre y Camus (1981)

Ambos grandes escritores franceses, ganadores del Nobel de Literatura, fueron afiliados comunistas y mantuvieron una gran amistad, no afectada por circunstanciales diferencias que hubieran podido existir entre ellos. Vargas Llosa nos recuerda que él comenzó abrazando el pensamiento de izquierda de Sastre, a quien admiró, para terminar comulgando el reformismo libertario de Camus.

La célebre polémica entre los dos escritores se desarrolló durante el verano parisino de 1952, y tuvo su teatro en las páginas de Les Temps Modernes. Allí absolvieron posiciones el Sartre de la Nausea y el Camus de la Peste. El maestro de la retórica latinoamericana que es Mario, nos dice que “fue un hermoso espectáculo, en la mejor tradición de esos fuegos de artificio dialéctico en los que ningún pueblo ha superado a los franceses, con un formidable despliegue de buena retórica, desplantes teatrales, golpes bajos, fintas y zarpazos, y una abundancia de ideas que producía vértigo”.

Cuál fue el origen de la polémica, se pregunta Vargas: quizás una nota sobre el Hombre Rebelde  escribió Francis Jeanson, que puso mal a Camus, o si estaba madura la diferencia ideológica entre ambos escritores, diferencia “que alcanzó su clima con la revelación de la existencia de campos de trabajo forzado en la URSS”. Señala Mario que ninguno ellos dejaban de reconocer las injusticias sociales, la pobreza, la condición obrera, el colonialismo: ambos querían cambios profundos, eran ateos y se decían socialistas. Pero mientras Camus denunció el proceder soviético, negando que el fin no puede en caso alguno justificar los medios, sobre todo si son salvajes, para Sastre, nos indica Vargas: “no había manera de escapar a la Historia, esa Mesalina del Siglo XX. Su metáfora de la pileta es inequívoca. Es posible que las aguas estén llenas de barro y de sangre, pero, qué remedio, estamos zambullidos en ellas y que aceptar la realidad, la única con la que contamos”.

Es decir que, a diferencia de los comunistas ortodoxos que se niegan a aceptar que exista abuso alguno, Sartre los reconoce y los condena. Pero para él es la única manera de criticar los errores del socialismo. Los crímenes de Stalin son abominables, dice Sartre, pero “peores son aquellos que convierten a la mayoría de la humanidad en una mera fuerza de trabajo, destinada a llenar los bolsillos de la minoría que es dueña del capital…y que ejerce el monopolio de la cultura, la libertad y el ocio”.

La respuesta de Camus fue no menos cortante. Nos informa Vargas que aquel sostuvo que “dicho realismo abre las puertas al cinismo político y legitima la horrible creencia de que la verdad, en el dominio de la historia, está determinada por el éxito. Para él, el hecho de que el socialismo, que representó, en su momento, la esperanza de un mundo mejor, haya recurrido al crimen y al terror, valiéndose de campos de concentración para silenciar a sus opositores…lo descalifica y lo confunde con quienes, en la trinchera opuesta, reprimen, explotan y mantienen estructuras económicas intolerables.

Y Vargas se sigue preguntando ¿Reforma o revolución? ¿Realismo o idealismo político? ¿Historia o moral? ¿La sociedad es la reina o el individuo es el rey?  La nota de Mario data de treinta años atrás. Seguramente hoy, si la tuviera que reiterar, estaría más cerca de Camus que de Sartre: sin por ello dejar a un lado su compromiso con la justicia social a partir del respeto irrestricto por la libertad individual.

6.  EL VIAJE A LA FICCION. EL MUNDO DE JUAN CARLOS ONETTI (2008)

En este libro Vargas Llosa esboza una hoja de vida de Onetti, pero, lo importante es que hace una magnífica denuncia del sistema económico, como motivador de la ficción para huir de la desgracia.

En una breve semblanza Vargas nos recuerda que Onetti se casó cuatro veces: con su prima María Amalia Onetti, con quien tiene un hijo; se separa y se casa por segunda vez con su cuñada Julia; su tercera mujer es Elizabeth Pekelhaning, compañera en la Agencia Reuters, con quien tuvo hijo; en tanto que su cuarto matrimonio la tiene a Dorotea Muhr (Dolly), que lo acompañará hasta el fin de sus días. Señala Mario que Onetti fue bebedor contumaz, un noctámbulo empedernido, y un mujeriego incorregible.

Sostiene Vargas que Onetti “es un severísimo promotor de la autenticidad, que tiene a Joyce como su modelo supremo”. Para Onetti los rioplatenses son unos “indiferentes morales”: este es el personaje onettiano a tomar en cuenta en sus relatos. Sus influencias rioplatenses fueron, Roberto Arlt y Eduardo Mallea. Mantuvo una relación distante con Borges, de confrontación, digamos, pues Borges lo criticó, seguramente sin leerlo, lo señala Mario, y Onetti sí leyó a Borges, sin admirarlo.

Mario continua con el seguimiento y encuentra que Onetti escribe otra obra maestra “El infierno tan temido” (1957), que es el “más extraordinario de sus cuentos”, quizás “la más inquietante exploración del fenómeno de la maldad humana”. Nos enseña Vargas que Georges Bataille ha sostenido que “este texto solo bastaría para hacer de Juan Carlos Onetti uno de los más personales y profundos escritores de nuestro tiempo”. El eje de la maldad, en la trama, es una esposa frígida, llamada Gracia, a quien su marido no la calienta. El marido, en cambio, la desea y se siente impotente. La venganza de Gracia es salir todas las noches por lugares distintos a invitar a hombres para que se acuesten con ella, con la condición de que se dejen fotografiar durante el acto. Lo logra en demasía y, entonces, la gracia de Gracia es enviar esas fotos, a todos los amigos, compañeros del trabajo de su marido, a su propio marido y, atroz, a su pequeña hijita, una inocente de muy pocos años. El marido se suicida. No merecía el infierno, sino pasar directamente al Paraíso.

Más adelante agrega Vargas “La falta de continuidad en el esfuerzo, los entusiasmos efímeros, las caídas en el desánimo, el abatimiento, la tolerancia con las transgresiones de la ley que han contribuido a la gangrena de la corrupción, y la resignación cívica o hipócrita con esas estructuras sociales rígidas, que casi impiden toda movilidad social, pues cierran las oportunidades a los pobres….en tanto que están abiertas de par en par para los poderosos, y el estado de frustración, rencor, odio, impotencia y desesperación que ese estado de cosas genera no sólo entre las víctimas, sino, también, entre los sectores intelectuales y políticos más lúcidos y sensibles, lo que los hace propensos a optar por la solución apocalíptica, mesiánica, utópica del radicalismo revolucionario”.

Y finaliza el anatema de Vargas Llosa con esta prédica “El subdesarrollo es también ese estado de ánimo que, sin saber sus causas….es compartido por millones de latinoamericanos, de todas las clases sociales: la sensación de la inutilidad de los esfuerzos, del trabajo emprendido, de los anhelos y ambiciones, por un mecanismo invisible pero poderosísimo que interrumpe, anula, cercena o corrompe casi todo lo que se intenta y deja a sus autores con el sabor amargo de la derrota”.

El capítulo que Vargas le dedica a “Juntacadaveres” (1964) lo titula: Mitología de burdel. Mario nos indica que se trata de la más ilustrativa narración de Onetti sobre el subdesarrollo social, económico y cultural de Santa María. La novela cuenta la historia, muy breve, por cierto, “del prostíbulo que Larsen abre y se ve obligado a cerrar al poco tiempo”. Parece evidente que la pobreza es demasiada para que pueda sobrevivir “una modesta casita a orillas del rio”, donde tres prostitutas, María Bonita, Nelly e Irene, son demasiadas para esa nada existencial.

Los últimos años de su vida Onetti permaneció mustio, encerrado en sí mismo y acostado. Solamente tuvo ánimo para escribir su última novela un año antes de morir, que tituló “Cuando ya no importe” (1993). Y fue cierto, su fiel compañera Dolly contó que esperaba la muerte apaciblemente.

Relata Vargas que José Manuel Caballero Bonald a un boceto sobre el Onetti de sus últimos años: “Un día de un otoño de los años ochenta fue a visitar a Onetti. Vivía en un piso algo sombrío y estaba retenido en una de sus más obstinadas fases de acostado. Esa situación de resistente estable en la cama dotaba al novelista de un manifiesto aire de enfermo imaginario o de excéntrico personaje de alguna novela no escrita todavía…”

7. REFLEXIONES SOBRE AZORIN (1996)

Con motivo de su incorporación como miembro de la Real Academia de la Lengua Española, en 1996, Mario Vargas Llosa tuvo la posibilidad de darle nombre a la silla que iba a ocupar, nos dice el escritor que “sin pensarlo dos veces” eligió a Don José Martínez Ruiz, más conocido como Azorín. Tomamos el dato de su discurso de incorporación.

Pero luego de un breve pero elogioso introito sobre Rof Carballo, Vargas se ocupó de Azorín. Relata que desde su cálida tierra Piura, Azorín “lo fue llevando de la mano de su prosa menuda y amorosa, por los grandes descampados de cielo inmóvil y las aldeas intemporales de Castilla”. Señala que el libro de Azorín “La Ruta de Don Quijote” (1905) “es uno de los más hechiceros que he leído, que él solo bastaría para hacer de Azorín uno de los más elegantes artesanos de nuestra lengua, creador de un género donde se alían la fantasía y la observación, la crónica de viaje y la crítica literaria, el diario íntimo y el reportaje periodístico”.  Es decir un adelantado profundo de la obra magnificente realizada por el nuevo Académico, nos parece.

Continua Vargas: Azorín en su literatura estableció una manera de “inmovilizar el mundo”, hasta lograr sacarlo de su “usura fatídica”. “Su prosa es intemporal…mundo sin tiempo y también sin sexo…pero sensible y sutil como pocos otros” Y se pregunta Mario ¿Cómo imaginar que esa prosa tan elegante y tan cuidada, de precisión maniática y respirar simétrico, que de leve y discreto parece escrita en puntas de pie, cuajó en el fragor del periodismo…? “Borroneando sus cuartillas en el trajín incesante de la calle”, señala Vargas.

Nos interesa saber que Azorín escribió un libro sobre el “Parlamentarismo español” (1904-1916) “No hay en ese volumen una página que no sea un prodigio de ingenio e ironía…Azorín convierte las sesiones en un espectáculo teatral inusitado, lleno de sorpresas y de gracia, de estupidez y de ternura, en una farsa gentil a la que el lector asiste con indulgencia y buen humor”. Pero en el fondo, nos señala Mario, se trata de una “sangrienta crítica al régimen parlamentario”. Tenemos que estar agradecidos a Vargas Llosa por habernos introducido en semejante tema, tan difícil  para nosotros de haberlo podido  conocer.

Señala Mario que cuando Azorín escribió “Pueblo” o “Novela de los que trabajan y sufren” (1930), no se trató de un libro “empedrado de buenas intenciones éticas y políticas, sobre la condición obrara y de su denuncia de las inequidades sociales”. Se trató de una literatura “de evasión”, simplemente. Lo mismo ocurrió con su novela “El caballero inactual”, (1925). Pero Vargas señala que en ambos “se insinúa la premonición de algo distinto…tal vez de revolucionar la forma novelística, como lo hicieron Proust, Joyce, Virginia Woolf o Faulkner.

Destaca Vargas que Azorín en “Los pueblos”, incluye un texto sobre “El buen juez”. Se trata de una interesante anécdota producida a partir de divulgar las “Novícimas sentencias del Presidente Magnaud”, que Azorín no explica quien es. El libro se pierde en su intrascendencia, hasta que un señor lo compra y se lo entrega en calidad de presente a un juez amigo, que tenía una causa sencilla a resolver. El juez lee el libro y queda atrapado hasta concluirlo. Al día siguiente dicta su sentencia “en sentido opuesto al que pensaba la víspera, tanto él como la gente, lo cual genera un gran escándalo en la sociedad. Sostiene Vargas que el juez vuelve a su casa contento, porque una buena lectura le ha permitido “hacer justicia”, apartándose de la ley, pero con arreglo a su conciencia. Ejemplar denuncia por parte de Vargas: eso de “dura lex et lex” puede ser un camino hacia la injusticia, dejando de lado ese valor señero que tiene la sociedad  –siempre lo recordó nuestro Carlos Cossio–  sin la cual hasta la paz social corre peligro.

Concluye su consideración sobre Azorín, Mario Vargas Llosa, diciéndonos que su devoción por Azorín lo descoloca, porque él piensa y hace literatura en forma completamente opuesta. “Será la aplicación de la fatídica ley de la atracción de los contrarios”: se pregunta Mario. Sostiene que lo vio personalmente a Azorín una sola vez, en 1958, cuando ya era “un viejito mudo, translúcido y aéreo”, y solamente con ese encuentra lo ha considerado siempre un grande amigo: “uno de esos cuya aprobación quisiéramos desesperadamente alcanzar, para todo lo que escribimos”.

8.  LA VERDAD DE LAS MENTIRAS (1990)

En este estudio de Vargas Llosa se realiza una evaluación de veinticinco obras fundamentales de la literatura del Siglo XX, sin afirmar que muchas de las omitidas no lo fueran. Iremos desbrozando el pensamiento de Mario, escritor por escritor:

Ernest Hemingway

Comenzaremos con “París era una fiesta. La fiesta compartida”, de Hemingway (1964). Mario se identifica de inmediato con el protagonista, un joven escritor que duermevela para lograr reconocimiento. Muestra como pueden convivir en un escritor, un hombre de acción, a veces violento y aventurero, amante de las borracheras, con la literatura. Es decir que la obra literaria puede ser el resultado del desarreglo.

Pero la vida real de Hemingway no fue esa. Había una cierta mentira en el relato con viso de realidad. Esa realidad no era otra que el fuego sagrado que alimentaba la vida del escritor; era su vida múltiple y a veces contradictoria. ¿Será una excepción, nos preguntamos, o se trata de un género?

Vargas Llosa encuentra que Hemingway es el resultado de una “fiesta movible”, donde el desorden significa disponibilidad y libertad.  Se ponía objetivos fabulosos, como técnica para auto-exigirse. Si fracasaba en su intento, no se quedaba ni triste ni feliz. Una forma concreta de no sembrar el desaliento dentro de sí.

Saul Belloc

La novela Hezog de Saúl Belloc (1994), a juicio de Vargas, es la que lo hizo famoso a su autor. Mario la critica porque su texto está atiborrado de citas y de referencias filosóficas, científicas, históricas y literarias. No hace a una buena novela estar impregnada de ese tipo de información. Observo que el propio Mario en muchos de sus relatos incurre en este detallismo.

Agrega Vargas  que es bueno que Belloc haya utilizado al drama psicológico como instrumento formador clave de su relato. Mario nos está indicando que si no profundizas en la vida psíquica de los personajes, estas dejando como lavado el relato.

Otra denuncia de Vargas la formula cuando sostiene que el libro “describe simbólicamente la muerte lenta de la cultura humanista en la civilización industrial moderna”. Eso es lo que le ha dado sentido a la vida del hombre político, del ideólogo que es Mario: como no se va a conmover si se encuentra identificado. En un sentido correspondiente, señala Vargas que el libro tiene por objeto averiguar si las raíces de lo que le ocurre al protagonista Herzog se hunden en la tradición judía o es más bien el choque de esa tradición con la cultura moderna norteamericana. Vargas nos está diciendo que él abraza esta última posición: lo cual implica una severa denuncia al modernismo norteamericano, no una entrega plañidera al neocapitalismo del imperio, como lo sostienen sus denostadores.

Heinrich Böll

“Opiniones de un payaso. Acomodos en el cielo” (1963) es la novela más célebre de Boll, al decir de Vargas. Se encuentra montada en la fría descripción de Maquiavelo sobre la “realidad” de la política: manipulación, intriga, defensa de intereses mezquinos, puro cálculo. Es decir un escándalo. Y Mario, cuando cita a Maquiavelo, está haciendo una denuncia de todos esos vicios, aunque pueda considerarlos una exigencia de la realidad.  Böll llegó a convicciones parecidas a las de Maquiavelo, señala Vargas.

Hay una severa crítica de Vargas al protagonismo de muchos ex dirigentes nazi, en el surgimiento del “milagro alemán”, durante la gestión de la República Federal. Coincidencia con Böll por cierto. Pero presencia permanente de su coherencia principista por parte de Mario. Hay también una clara denuncia al protagonismo de Konrad Adenauer, católico practicante, y al apoyo dado en tal sentido por la Iglesia.

Relata Vargas que se encontró personalmente con Böll y este le comentó el sistema de explotación que sufrían en Alemana los emigrados turcos, por no tener permiso de trabajo, ni legislación social, quedando en total desamparo. Posición denunciante de Vargas a un capitalismo que se llama así mismo “democracia social”

Aleksander Soltzhenitsyn

Resulta sorprendente que el pequeño relato “Un día en la vida de Ivan Denisovich. Réprobos en el paraíso” (1950), haya provocado una gran conmoción al aparecer, nos lo dice Vargas Llosa. La misma denuncia que le hace el Autor en su famoso “Archipiélago Gulag”, al genocidio estalinista, esta reproducida en el libro que comenta Vargas.

Es que el libro de Soltzhenitsyn es un verdadero “testimonio político”, sobre las ignominias cometidas en nombre del socialismo. No cabe duda que el libro está más cerca de la historia que de la literatura. Es el relato de todo lo que sufre un internado en un campo de concentración, en un lugar perdido de la estepa siberiana. “Ivan Denisovich tiene cuarenta años y el escorbuto le ha llevado mitad de sus dientes.  Todo el relato es campo propicio para que Vargas haga la correspondiente denuncia, con su estilo característico.

Vargas cierra su comentario diciendo que “el relato es, desde el punto de vista formal, de un realismo riguroso, que no se toma jamás la menor libertad  respecto a la experiencia vivida, muy en la línea de lo que fue siempre la gran tradición literaria rusa”.

Vladimir Nabokov

Comienza Vargas su comentario diciéndonos que  “Lolita” (1955) hizo rico y famoso a Nabokov. Se trata, nos dice Mario, de un libro provocador que generó un gran escándalo. Hubo censura y el libro fue prohibido por el Gobierno francés. En las antípodas, señala Mario, Graham Green lo proclamó el mejor libro del año.

Lolita es el estereotipo de la mujer-niña. Algo así como una anunciación del cambio de costumbres sexuales en el mundo. No parece ser el caso, Porque no puede negarse es que la conducta del padrastro, según la legislación mayoritaria en el mundo, incrimina como estupro una relación de esa naturaleza. Lolita tenía doce años y siete meses y su padrastro cuarenta. En el comentario Vargas no hace referencia alguna a esta situación.

Sostiene Vargas que la novela es escandalosa, pero no pornográfica, ni siquiera erótica. Lo cierto es que la trama concluye con el rapto de Lolita por parte  del protagonista Clare Quilty, de quien Lolita se enamora, abandonando a su padrastro. La furia del despechado es tal que busca y mata a su contrincante. Ese es el único cargo que se la hace al “estuprador” ante la Justicia.

Encontramos mucha prudencia en el comentario de Vargas. Elogio del nivel literario con una comparación con nuestro Borges, que puede resultar sorpresa. Insuficiencia, quizás premeditada, en la consideración del comportamiento psíquico o psicológico de los protagonistas.

Boris Pasternak

Se pregunta Vargas como pudo “El Doctor Zhivago. Una llama en el viento” (1957) haber provocado una gran “controversia política” hace treinta años. Solamente una “estupidez inquisitorial exacerbada pudo desnaturalizar la novela de Pasternak”. Ya en esto hay una severa denuncia de la inmadurez y fanatismo del régimen soviético, por parte de Vargas.

Destaca Mario que Pasternak tuvo una gran admiración por Tolstoi y compara al “Doctor Zhivago” con “Guerra y Paz”: esta filiación a Mario le parece superficial. El tema central de la novela, destaca Vargas, “es la indefensión del individuo frente a la historia”, cuestión recurrente en  pensamiento, base y sustento de numerosas denuncias que han sido consideradas en este escrito.

Si alguna denuncia por parte de Mario resulta importante de ser señalada, es la posición neutral del doctor Zhivago a tomar partido en relación de qué es lo que hay hacer para salir del sometimiento. Pero Vargas no deja de apoyar dicha neutralidad, como una forma de “elegir al individuo como valor, como una fuente de soberanía que el ente colectivo, la sociedad no puede violentar”. Obviamente que Vargas es anti colectivista: busca la justicia a partir de la igualdad de los hombres en el ejercicio de su libertad.

Señala Vargas que para Zhivago “en todo conductor o mesías revolucionario se oculta un fanático…” Y culmina su comentario diciendo que “El doctor Zhivago es una hermosa creación, nacida del horror y la grandeza de un Apocalipsis histórico”.

Gunter Grass

La novela “El tambor de hojalata”. Redoble de tambor, (1959), del autor citado, le hizo ver a Vargas que la vida era, entre tantas cosas: desorden, estruendo, carcajadas absurdo. Pero también es fantasía, verbo, sueño animado, y literatura, en el caso de Vargas y de Grass.

Mario señala que, por primera vez después de la experiencia letal del nazismo, un escritor se animaba a tratar ese pasado siniestro y someterlo a una disección crítica.  “El Tambor…” se convierte en una amplio fresco de la historia humana. En él “la poesía es intensa y la novela extensa. Donde un mundo pletórico, lleno de contrastes se erige frente a nosotros a golpes de tambor”.

Entre esos contrastes Vargas señala que el protagonista de la obra, Oscar Matzerath, que es quien redobla el tambor, es un joven inocente, que nos transmite un amor natural y sin complejos, que nos trata de mostrar el apocalipsis de una Europa desangrada y descuartizada por la animadversión nihilista hacia la vida.

“El Tambor…” transcurre en Dansing, y se convierte en la historia de la misma: es decir en un documento histórico de la Ciudad. “Es una ciudad-centauro, con las patas hundidas en el barro de la historia”.

Pero el remate del comentario de Vargas es sumamente interesante. Nos dice que: “el personaje de una novela, por solitario e introvertido que sea, necesita siempre del telón de fondo de una colectividad para ser creíble y persuasivo. Si ello no ocurre la novela se convierte en algo abstracto e irreal”. Se trata de una reivindicación del ser colectivo en Vargas, no es él un anarquista individualista incomunicado, donde su grupo de pertenezca no juegue rol alguno en la vida de cada uno

Yasunari Kawabata

Vargas Llosa se pregunta cuánto se perderá de la validez propia de una novela escrita en lengua oriental, en este caso el japonés, a la hora de ser traducida al español para comentarla. Eso se lo pregunta cuando tiene delante el libro “La casa de las bellas durmientes. Velando su sueño trémulo” (1961).

El Rey tiene 67 años y una vida sexual aun activa. Pero la muchacha elegida y sus compañeras no pueden ser forzadas ni estupradas. Se trata gozar viéndolas dormir, desnudas supuestamente, para excitarse, tanto en los sueños como en la vigilia.  Costumbres orientales, no cabe duda. Hay delicadas descripciones de los cuerpos femeninos y de los truculentos deseos.

Hay en Mario un sorprendente desenfado en criticar el liberalismo sexual del nuevo tiempo, pero sobre todo sorprende cuando sostiene que “si bien la sociedad no se ha disgregado , sus instrumentos de control sobre los individuos están debilitados y descompuestos, pudiendo cada uno hacer lo que le plazca; y la Iglesia, que nominalmente sigue siendo la guardiana de la moral y las costumbres, ha perdido tanto poder y se haya tan relajada y disuelta que, más bien, en lugar de velar porque los instintos humanos permanezcan constreñidos, contribuye a desbocarlos” Nos parece sorprendente la altura de la denuncia de Vargas, especialmente sus términos, en relación con la Iglesia. En ese sentido Vargas es un adelantado porque esto lo escribe en 1990, hace veinte años, cuando todavía no se había desatado en el mundo la denuncia de la pederastia y otros excesos en la conducta los sacerdotes católicos.  No hay que olvidar que el poder de la Iglesia, sobre todo en nuestra América Latina tiene tanto o más alcance que las otras corporaciones que actúan en nuestras sociedades.

Como también es algo extraño a nuestras percepciones cotidianas que la manceba pasiva que le ha tocado al Rey, ha programado en otras oportunidades suicidarse. El sueño y los narcóticos pueden ser caminos facilitadores para encontrar el fin de la vida, aunque tengas a un Rey al lado, o precisamente por ello.

Giusepe Tomasi di Lampedusa

El Gatopardo. Mentira del Príncipe (1957), es la obra que lo ha hecho famoso a Lampedusa. Con la aclaración de que fue la única novela que escribió: lo cual no es poco mérito. Resulta interesante que Mario nos informe que el escritor tiene estirpe nobiliaria, se trata de un príncipe cuyos ancestros se remontarían a Tiberio I, emperador de Bizancio. Es evidente que fue su sangre quien le dictó la línea argumental de su novela.

Y ese relato, nos vincula de algún modo a los argentinos, porque transcurre  en 1860, cuando el fundador de la unidad italiana, el General Garibaldi, desembarcó en Sicilia para fungir dicha unidad nacional: su epopeya. Ese Garibaldi amigo del redactor de nuestra Constitución Nacional Juan María Gutiérrez y de quien escribiera las Bases para su formulación, es decir Juan Bautista Alberdi. Los tres se conocieron en Montevideo, durante el famoso sitio de las fuerzas rosistas.

La esencia del mensaje del Gatopardo, nos lo señala Vargas, es haber congelado el tiempo, de la historia, se entiende. “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie” Se trata de una revelación fantástica de la hipocresía política. Le hacemos creer que cambiamos nuestras penas o defectos, introduciendo modificaciones o reformas que logran que nada cambie. La gente quiere cambios y los gobernantes que no cambie nada. Si lo logramos como gobernantes, nos hemos sacado diez, felicitado, en la mesa examinadora, que no buscará develar nada.

Pero una afirmación rotunda por parte de Mario, nos llena de desasosiego. “No hay historia, porque no hay causalidad, ni, por lo tanto, progreso”. Si esto es verdad, cuan duro resulta aceptarlo. Para que leer las luminosas páginas escritas por el alemán Ihering, en su libro “La lucha por el derecho”. Para que luchar, si nunca habrá derecho ni justicia. Se trata de una suerte de fatalismo que nos negamos aceptar. Las religiones suelen versificar este tipo de conclusiones: sufre en esta vida, porque al Paraíso lo encontrarás después de sufrir, cuando llegue la muerte.

Doris Lessing

Mario Vargas Llosa nos introduce en “El cuaderno dorado. El cuaderno de las ilusiones perdidas”, bajo la tentación de conocer a una experta feminista, capaz de explicar ese fenómeno cultural, que deja un surco de reflexiones, para cualquier ser humano.

Según Mario “El cuaderno…” busca abarcar asuntos tan diversos, como lo son el psicoanálisis y el estalinismo, la ficción y lo vivido, la sexualidad y la neurosis. Todo ello bajo el arco de bóveda que es “la liberación de la mujer”.

Yendo a la trama del escrito, nos encontramos que una de las protagonistas, Anna Wulf, se refugia en la locura. Antes ha perdido “todas las batallas contra las distintas formas de alienación que amenazan a la mujer en la sociedad industrial moderna”. No cabe duda que en este párrafo existe una fuerte denuncia por parte de Vargas de esta “sociedad moderna”, capaz de llevar a la locura de nuestras madres, digamos, y también de las que no lo son.

Las dos protagonistas, Anna y Molly, se separan de sus maridos, buscando liberarse de la familia, que la viven como una “gran bestia negra”, son palabras de Mario, que las somete siempre a roles pasivos. Lo que sigue es un cambio de amantes a voluntad, que también las dejan heridas, deterioradas emocionalmente.  ¿Qué estaban buscando? –nos preguntamos-. Pareciera que formar otra familia, porque las relaciones casuales las dejaban insatisfechas.

“El cuaderno dorado” es el último de una serie de cuadernos que escribe la Autora en su libro. Cada uno de diferentes colores, pero el dorado busca “discutir asuntos morales, políticos y culturales” para resolver el problema de los intelectuales progresistas para mejorar el mundo, y, sobre todo la condición de la mujer.

Thomas Mann

Según Vargas la novela “La muerte en Venecia”, evoca el “llamado al abismo”. La obra está gobernada por “el instinto de la muerte”, siguiendo la impronta freudiana. El protagonista huye de toda norma que facilite la coexistencia humana.

Y es el sexo, nos lo indica Mario, el territorio de los demonios ávidos de ruptura del orden y de la razón. Pero la ruptura también genera exaltación y embriaguez. Ese es el desafío que tuvo que superar Thomás Mann en el pequeño libro que comenta Vargas, pero que es inmenso por su proyección.

Esa vida tranquila, de un hombre ejemplar, cambia de un día para el otro. Una relación fortuita lo instiga a viajar, a conocer el mundo, recorriendo distintos destinos. Llega a Venecia. El vértigo de la transformación existencial sigue su rumbo: el escritor visualiza en el comedor del hotel donde se aloja, un joven efebo que lo trastorna. Es un chico polaco que se llama Tadzio. El escritor nunca hablará una palabra con su joven enamorado, por dentro de él nace una pasión desconocida que lo llena de desesperación. “La vida deja de ser forma y se derrama en un ardiente desorden”, escribe con brillante estilo Mario.

El protagonista sucumbe, por obra de la peste, junto a tantos otros ¿No es demasiado castigo para una falta  que nunca se convirtió en acto? Se lo pregunta Vargas y nosotros también.

Mario remata su ensayo con un texto que merece ser transcripto: “…en Gustav von Aschenbach anidaba un salvaje pintarrajeado esperando el instante propicio de salir a la luz a proclamar que, aunque momentáneamente vencido, el bípedo antropoide de la horda y el clan está siempre al acecho, esperando la hora del desquite.”.

James Joyce

El conjunto de cuentos que ha enhebrado Joyce cuando escribió “Dublineses” (1914), es para Vargas una clara demostración de la capacidad del escritor, de hacer literatura con total objetividad, es decir, sin que el relato se encuentre teñido por las lógicas subjetividades que tiene todo autor.

Por otra parte, también Vargas pone en claro que Joyce  sabía que su relato estaba traicionando la realidad de su ciudad natal.  La real es una Dublín alegre y simpática, en tanto que la hija de la ficción literaria tiene un “alma hemipléjica y paralítica”. Lo concreto es que Joyce se propuso que el principal protagonista de la novela fuera una ciudad, y lo logra.

Destaca Vargas que el cuento final está dedicado a la vida pública de Dublín. Curiosamente ese cuento se llama “los muertos”. Clara evidencia de que el autor estaba visualizando algo que la opinión general no tenía en cuenta, y que la Dublín alegre y cambiante era una hipocresía social.

Los temas que Vargas está acostumbrado a denunciar en toda su producción, están también aquí presentes. El nacionalismo y las restricciones  prejuiciosas, que han logrado metabolizar prácticas sociales: hijas no de la espontaneidad sino del dogmatismo religioso.

“Las calles macilentas donde juegan sus niños desarrapados y las pensiones de sus sórdidos oficinistas…” son el campo de cultivo propicio para que aparezca el Mario que le lanza su dardo. Lo mismo ocurre con el nacionalismo y con la función represiva de la Iglesia.

De lo que no puede caber duda, pues surge del relato de Vargas, es que “Dublineses” es la fuente inspiradora, el primer destello de ese gran escritor que, más tarde, pudo llegar a la fama, generando admiración cuando escribió el Ulises, primero, y luego Finnegans Wake.

Johan Dos Pasos

Si hubo un Joyce para ocuparse de Dublín, no podía faltar un escritor que lo hiciera con New York. Pero el Autor  Dos Pasos, en “Manhattan Transfer” (1925),  según Vargas no hizo ficción en el libro, sino una descripción fiel y sincera.  Para Mario mostró a New York  como “la capital del enjambre y la destrucción”

Con total crudeza el Autor la describe  como “un hormiguero cruel y frustrante, donde imperan el egoísmo y la hipocresía, donde la codicia y el materialismo sofocan los sentimientos altruistas y la pureza de la gente”. Vargas se hace cargo de esa realidad, y con una prosa que impresiona por su certeza y precisión, sostiene que New York “es un Molog moderno que se nutre de las existencias que se traga, sin dejar rastros de ellas…que se perfila como una moderna Babilonia, fuera del control de los hombres, disparada  por su propio dinámica en una carrera imparable hacia lo que, presentimos, aquello solo puede ser una hecatombe. Lo decimos sin reservas, aquí Mario no es solamente un denunciante, sino un visionario de la historia. Ha tenido la sapiencia de anunciar a George W. Busch, el destructor del capitalismo social.

Nos gustaría leer el comentario de Vargas al libro de Dos Passos, luego de ser testigo de todo lo que ha sufrido y sufre, el Presidente Obama para cambiar el egoísmo e indiferencia del pueblo de los Estados Unidos, para con los que no tienen dinero para cuidar su vida y su salud: para evitar morirse.

Me ha resultado impactante tomar nota que Vargas le atribuye a “Manhattan…”: “El trascendente rol de haber inspirado, nada menos, que “Los caminos de la libertad” de Jean Paul Sastre, ese libro que tanto ha influido en nuestra modesta vida de escribiente. Lo tenía que dejar sentado.

Si Lukács habló de “realismo crítico”, pues tanto la novela de John dos Passos, como los comentarios de Mario Vargas Llosa, son una acabada prueba de cómo llevarlo a cabo,  utilizando el realismo como el modo efectivo de convertirse, ambos, en denunciantes.

Virginia Wolf

“La vida intensa y suntuosa de lo banal” es el calificativo que encuentra apropiado Vargas para identificar la novela “La Señora Dalloway” (1925). La trama transcurre en Londres, pero la capital inglesa no es la protagonista, como lo fueron Dublín y New York, de la mano de Joyce de Dos Passos, sino un acoplamiento de episodios de vidas, relatados desde la perspectiva de lo femenino.

A primera vista pareciera que Vargas, en su relato, no produce denuncia alguna. Sin embargo ello no es así. Ese suicido del soldado que regresa laureado de la guerra, pero quebrado en su intimidad como hombre, “por la crueldad, el dolor, la incomprensión y la locura”, consecuencia de lo que vivió en la guerra, pues lo enloqueció y lo llevó a sumirse de este mundo. Es la denuncia de Vargas a ese episodio substancial de la vida pública, como es la guerra, que ha acompañado, desde su aparición al ser humano.

Scott Fitzgerald

“Un castillo en el aire” es, para Vargas, ese mundo moderno donde convive el rico con el pobre, como una cosa natural.  Ese es el argumento central de “El Gran Gatsby” (1925), que es, a su vez, la autobiografía de Fitzgerald.

“El gran Gatsby  -comenta Vargas-  resulta la personificación del tiempo que describe, mundo fastuoso en el que coexisten el arte y el mal gusto, el honesto empresario y el rufián, la pacatería y el desenfreno y la arrolladora abundancia de una sociedad que, sin embargo, se hallaba al borde del abismo”  Más adelante agrega: “Al cabo, el paisaje es el mismo del principio: una sociedad injusta e implacable donde las razones del bolsillo prevalecerán siempre sobre las del corazón”.  Todos los vientos del denunciante Mario están aquí desplegados.

Y la denuncia continua “Ya que los locos años veinte norteamericanos, la era del jazz y de la ley seca, de la cornucopia del oro y la gran depresión del 29, fueron, sobre todo, los de un mundo frágil, engañoso, de bellas apariencias, como una alegre fiesta de disfraces en la que las refinadas máscaras y los rutilantes dominós ocultaran muchos monstruos y espantos”

“La mitología humana que de algún modo destaca en el libro no es la que rodea al rico, sino al marginal, al hombre de la vida turbia y solapada, que opera y prospera en contra de la ley”. Más claro imposible.

Herman Hesse

“El lobo estepario” (1927) es un ícono de la literatura universal. Vargas señala que a Hesse lo “adoptaron los jóvenes rebeldes de medio mundo” y lo convirtieron en su mentor. De ese modo llegó a la gloria. Se había convertido en un ideólogo de la revolución del mayo francés, junto a Jean Paul Sastre.

Hesse encarna la condena “del materialismo de la vida moderna y su rechazo a la sociedad industrial” y sus necesarias consecuencias: “su fascinación por el mundo de la naturaleza, la nostalgia de una vida elemental, su pasión por la música y la creencia en que los estupefacientes  podían enriquecer el conocimiento del mundo y la sociabilidad de la gente”.

Vargas señala que “El Lobo….” es una biblia del incomprendido y del soberbio”, quienes tienen la predisposición de convertirse en “lobos esteparios”, que quieren destruir la humanidad, con tendencia al suicidio. Pero ese lobo estaba compensado por un espíritu idealista, “amante de las cosas sencillas y del orden natural, a la búsqueda de la paz interior”.

¿Cuáles son las razones de la incompatibilidad  entre el lobo estepario y el mundo?  Se pregunta Mario. Y la respuesta es que ese lobo “predica el guerrerismo y el materialismo rampante; la mentalidad conformista y el espíritu práctico de los burgueses; el filesteismo que domina la cultura y las máquinas y productos manufacturados de la sociedad civil industrial, en los que presiente un riesgo de esclavización para el hombre”

Y quién le dio paz al lobo estepario de la novela. No un sacerdote, no un filósofo, sino una bella mujer que lo conquistó, afirmando el poder del sexo y de los afectos como instrumento terapéutico. Una forma también de denunciar al estilo de Vargas Llosa.

Williams Faulkner

El escritor de “Santuario” (1929) ha sostenido que su búsqueda en la obra le pareció “siempre barata, pues la concibió con el único propósito de ganar dinero”. Vargas señala que su método fue inventar la más horrible historia que pudo imaginar.

Ya en la calle la novela, el Autor quedó horrorizado con su obra, y la sometió a numerosas correcciones. Hubo una segunda edición en 1932. Pues si no lo hacía, tenía la certeza de que sería encarcelado.

En realidad Faulkner vivió criticando este libro, nos informa Vargas, pero él la considera una verdadera obra maestra: “una inquietante parábola sobre la naturaleza del mal”,  La trama de la novela “es la siniestra aventura de Temple Drake, muchacha de diecisiete años, bonita, casquivana y niña bien, hija de un juez, a quien un gánster impotente y psicópata desflora, con una mazorca de maíz y recluye luego en un burdel”. Después el Autor se encarga de engarzar relatos de algún modo vinculados, como el de la muchacha “rubia y pálida, de largas piernas y cuerpo filiforme, que pone a cuatro rufianes en estado hibrido de excitación y belicosidad, como cuatro mastines ante una perra en celo”.

Mario señala, no sin razón, por cierto que “el sexo no enriquece ni hace felices a los personajes de Santuario (tampoco en general a los hombres), no facilita la comunicación ni cimienta la solidaridad, no estimula ni completa la existencia; es, casi siempre, una experiencia que los animaliza, degrada y suele destruirlos…” Se trata de una denuncia al predominio de la animalidad en el hombre, hijo de su propia estupidez, y de un hábitat cultural que lo deja librado a sus pobres fuerzas.

Aldous Huxley

En este relato Vargas no sostiene que el “Paraíso se encuentra en la otra esquina”, sino que hay que hay que considerarlo una pesadilla. Esto significa que es un sueño que no se puede cumplir en la vida de un despierto. En cambio Vargas no titubea en denunciar la centralización burocrática de un socialista tan respetado, como lo fuera Saint Simón  -severo crítico de Carlos Marx, en su tiempo-, a partir de la correcta tesis de que el bienestar general no se logra a partir de la centralización, es decir de los modelos fascistas y colectivistas. Fuerte defensa del federalismo como camino hacia la libertad y la justicia.

Este posicionamiento ideológico de Vargas lo formula de cara al libro de Huxley “Un mundo feliz” (1931). Con fina ironía señala que “el planeta que ha tomado su nombre de Ford –quien ha reemplazado a Dios como símbolo, punto de referencia, hito temporal e, incluso, motivo de exclamación y juramento-  ha sido organizado partiendo de un principio totalitario: que el Estado es superior al individuo y que, por lo tanto, este se halla a su servicio”.  Agrega más adelante que “la planificación en la sociedad fordiana, alcanza extremos de gran alambicamiento, ya que ni la generación de la vida humana escapa a ella: los niños se fabrican en probeta, según un principio riguroso de división del trabajo…”.  Se divierte Mario, sin duda, y lo gasta al “capitalismo fondista”. Nosotros que predicamos gestión de calidad en la Justicia, con aplicación de Reglas ISO, como lo comprendemos.

Es que “la vida planificada tiene su precio: la desaparición de la libertad”.  Frente a este fenómeno Vargas se hace cargo de la utopía de Huxley, producto no de la razón sino del miedo. En el “mundo feliz del planeta Ford, propuesto por el novelista, se prevé una reserva de salvajes, donde están los hombres engendrados, como ocurría antes, es decir dentro del vientre de su madre. Entonces, comparando el hombre feliz del nuevo mundo, con el salvaje, resulta que lo más probable es que el lector opte por volver al pasado, en contra de una civilización purificada, pero que ha deshumanizado al mundo.

Los fordianos, concluye Vargas, son sin duda felices, pero solo en la medida en que puede serlo un autómata. No tiene desperdicio, ni la novela de Huxley, ni la sagaz interpretación del flamante Nobel Latinoamericano.

Arthur Miller

Señala Vargas que “Trópico de Cáncer” (1934), la primera novela de Miller, como lo es el resto de su obra, “son casos en estado puro, anarquía efervescente, un gran chisporroteo romántico y tremendista del que el lector sale marcado, convulsionado y algo más deprimido, sobre la existencia humana, de lo que estaba antes del espectáculo”

Agrega que para el Autor “los pedos y las gonorreas también pueden ser estéticos”.

Henri Millar cuando escribió su novela tenía cuarenta años. Según Mario “medio muerto de hambre, errante, vagabundo decepcionado de la civilización moderna y poseído por una pasión creativa”. Ese Henry “obsceno y narcisista  -señala Vargas-  despectivo del mundo, solícito solo con su falo  y sus tripas, tiene ante todo, una verba inconfundible, una rabelesiana vitalidad para transmutar en arte lo vulgar y los sucio, para espiritualizar con su gran vozarrón poético las funciones fisiológicas, la mezquindad, lo sórdido, para dar una dignidad estética a su grosería”. Difícilmente se pueda realizar una descripción más fiel, auténtica e impactante de artista de tan grande dimensión como lo ha sido Arthur Miller.

Sostiene Vargas que el rechazo frontal de la sociedad moderna que realiza Millar, no lo hace a nombre de una sociedad ideal, extinta o inventada, sino del individuo. Se trata de una denuncia equivalente a la que ha realizado Vargas en toda su obra. Pero Vargas no es una anarquista, como sugiere serlo Millar, sino un medido exponente del justo medio en relación con la intervención del Estado, cuando resulta necesario.

Elias Canetti

El hombre libro que protagoniza “Auto de fe” (1936), de Canetti, es un personaje que prende fuego a sus libros y arde con su biblioteca. El Autor pretende escribir una “comedia humana de la locura en ocho tomos” nos informa Vargas, pero solamente alcanza a escribir el texto que tenemos a la vista.

Canetti vive al mundo “en estado de desintegración, un mundo sin cabeza”. Relata una serie de hechos y personajes que no tienen relación entre sí, que carecen de una lógica racional. Vargas nos lo indica y agrega: “Los críticos han visto en todo ello el santo y seña, la cifra literaria, de la Europa germánica de la entreguerra, preñada de todos los demonios que precipitarían, pocos años después de escrita la novela, las catástrofes de la segunda guerra mundial”.

Eso fue lo que le ocurrió al protagonista de la novela, Peter Kien, tirado a la pira de sus libros, por sus seres queridos, para arder junto con su biblioteca. No nos sorprende, en consecuencia que Vargas saque la siguiente conclusión de la lectura del libro: “La desintegración de este mundo obedece a la falta absoluta de solidaridad entre sus miembros…Las jerarquías son estrictas,  amos y esclavos, jefes y servidores, fuertes y débiles. Las relaciones humanas solo se establecen en sentido vertical….Discretamente se libran mil guerras a la vez. Los hombres desprecian a las mujeres, y estas odian a aquellos y conspiran para arruinarlos”.

Es impactante la conclusión de Vargas sobre el libro. “En Auto de fe un componente mayor del elemento añadido por el artista al mundo, es haber dado carta de ciudadanía pública a los demonios humanos, esos fantasmas que en la vida real, hombres y mujeres mantienen ocultos en los repliegues de su intimidad”. Esto significa que detrás de un hombre, sea una bestia como Hitler, o un genio literario como Shakespeare, hay un demonio que moviliza su vida ¿También en Cristo hombre, como lo venera el cristianismo?

Graham Green

En México, tanto el Presidente Calles, como Lazaro Cárdenas se ocuparon de perseguir a la Iglesia, en la década de los años treinta. Grahan Green fue testigo de los hechos y así nació “El poder y la gloria” (1940).

El libro dramatiza el viejo antagonismo entre el poder y la fe, nos enseña Vargas. Los protagonistas “son un sacerdote y un soldado anónimos, que se repelen como la noche y el día o el vicio y la virtud”. El Autor se muestra un defensor del soldado perseguidor, con la doble intención de colocar al sacerdote como un portador de la gracia para merecer el cielo. De este modo “El poder y la gloria” se convierte en una novela dirigida a incrédulos, no a católicos convencidos.

Vargas hace una glosa de la novela. Sostiene que el soldado “tiene clara conciencia de la injusticia social y odia a la Iglesia y a los curas, porque ve en ellos a unos cómplices del abuso y la explotación de los humildes. Se lo dice al sacerdote el día que lo captura: él no puede aceptar una religión que escucha en el confesionario los pecados del patrón contra sus siervos, los absuelve, los olvida y se va luego a cenar a la mesa” La lectura de este texto lo coloca a Vargas, en forma tácita, en su posición de denuncia

La trama de la novela muestra que el curita “no es sólo un borrachín y un estuprador, que ha tenido una hija con una campesina, sino también un ser acobardado y confuso…Su ministerio no presta mayor ayuda a los fieles y su falta de tacto para con las beatas pueden hacerlo aparecer como un arrogante” En cambio el policía perseguidor de curas, los termina fusilando luego de aterrorizar a las aldeas.

Para Vargas, entre las dos utopías propuestas en la novela: la del soldado y la del cura, la más falsa y peligrosa “es la que cree posible construir el paraíso en esta tierra, a costa de patíbulos y de incendios de iglesias. La revolución del teniente, nos dice Vargas “no es un ideal, sino un pretexto para disfrutar del poder y enriquecerse con tráficos ilícitos”. Brillante conclusión que nos toca de cerca a los argentinos

Mario le pone broche a su comentario “El poder y la gloria ha sobrevivido porque en vez de combatir un dogma en nombre de otro dogma, opone a la intolerancia algo que los creyentes y no creyentes pueden compartir: el derecho a la esperanza”.

Alberto Moravia

Sostiene Vargas que en “La Romana” (1947) Moravia añade “a las reminiscencias dieciochescas, la conciencia social del intelectual comprometido del siglo veinte….Porque aunque el sexo es la atmósfera de su mundo ficticio, siempre está tenido a raya e instrumentado para configurar una visión crítica y problemática de la sociedad”  Claro sesgo denunciante en el pensamiento de Mario

Nos agrega que “la Italia que el libro finge representar es la del fascismo, un país pobre, sórdido y reprimido, de movimientos clandestinos y siniestras oficinas públicas donde, al entrar, los usuarios deben hacer el saludo imperial”. Más adelante Vargas señala que “la pobreza no espiritualiza ni sublima al ser humano; más bien lo encallece y degrada”  Sincera denuncia por parte de un hombre que si bien hace de la libertad el camino de la prosperidad, no por ello niega el drama de los pobres.

Culminando su comentario Mario señala que “el autor ha conseguido en la inercia amarga y rencorosa de la madre de Adriana, que insta a su hija a la prostitución, un admirable símbolo de las iniquidades sociales”.  El sentimiento de Vargas esta siempre dispuesto a denunciar la iniquidad social

John Steinberck

Sostiene Vargas que “se encuentran con los dedos de una mano los novelistas de nuestro tiempo que han sido capaces, como Faulkner o García Marques, de reconstruir la unidad de la ficción en obras que sean a la vez grandes creaciones estilísticas y a la vez mundos hirvientes de vida y aventuras de pensamiento y de pasión”  Nos parece que para Mario no es el caso del libro que pasa a comentar.

Nos explica Vargas que “Al Este del Edén” (1952) “es una novela escrita en dos tiempos. Un tiempo familiar, en primera persona, suerte de relato autobiográfico”. Dato común a la mayoría de las novelas por él consideradas y de varias de las propias. En tanto que en el segundo tiempo, dicho giro desaparece y lo reemplaza “una novela pésimamente construida que, sin embargo, se lee con la avidez y los sobresaltos de las buenas historias…aparece un narrador omnisciente, del mismo modo que los personajes ficticios van difuminando a los recordados”

No podemos negar que el libro es un ensayo sobre el terror. Para confirmarlo escuchemos a Mario: “La vida de Cathy, desde que quema vivos a sus padres y empuja al suicidio a su profesor, hasta que se suicida, delatando a la policía a su compinche Joe, el rufián que la ayuda a regentear el burdel de Salinas”. Varios protagonistas son hijos del terror: el sirviente Lee es hijo del estupro, pues su madre trabajaba disfrazada de hombre y lo engendró luego de una violación colectiva.  En pocas palabras Vargas sintetiza la trama del relato y muestra el designio del Autor

Destaca Vargas “que la referencia satánica  -en la novela- no está del todo fuera de lugar pues circunda “Al Este del Edén” un aura de religiosidad. Varios personajes son de estirpe bíblica y es obvia la intención del Autor, en muchos momentos de la novela, de parafrasear episodios apologéticos del Viejo Testamento”

Max Frisch

Vargas Llosa se pone delante de Suiza y se pregunta “¿Es terrible ser suizo? Según algunos autores contemporáneos, se diría que no hay  pesadilla más siniestra que la civilización. Ser prósperos, bien educados y libres, resulta de un aburrimiento mortal. El precio que se paga por gozar de semejantes privilegios es la monotonía de la existencia, un conformismo endémico, la merma de la fantasía, la extinción de la aventura y una formalización de las emociones, que reduce las relaciones entre los seres humanos a gestos y palabras rituales carentes de sustancia”  Pareciera que Vargas ha fotografiado a la sociedad suiza. Desde el punto de vista de la literatura la respuesta no puede ser sino afirmativa: es terrible ser suizo.

Al menos esa es la enseñanza que nos deja “No soy Stiller” (1954), novela de Max Frisch que tuvo gran éxito en Europa, nos lo indica Vargas. La cuestión central es que la felicidad nunca se encuentra ¿Quién es el culpable? ¿Será culpa de la uniformación democrática? Punto de encuentro entre sociedades liberales y colectivistas.

El protagonista del relato, un escultor suizo, mientras interviene en la guerra civil española, abandona a su mujer y huye, cambiándose el apellido, sin explicación plausible ¿Por qué lo hizo? Por razones personales, es obvio que deben haber existido. Pero no se puede negar que la culpa ha sido el rechazo cultural social que le tocó vivir. La respuesta a esta última cuestión, Mario la deja abierta a la sagacidad de cada lector.

¿Es el conformismo suizo y su temor al cambio, la causa de la huida del escultor, y de su crisis existencial?

Hay una gran denuncia a la mediocridad y monotonía de la sociedad suiza, por parte de Vargas Llosa. No solamente la burocracia y los despotismos merecen la crítica del gran escritor.

Es que  “la pasión de lo imposible”,  que carecen los suizos, no sólo no los hace felices, sino que tampoco podrán protagonizar  la aventura literaria. Sin embargo, Vargas no baja sus banderas de ética social que hemos venido atestiguando. Nos dice: “Pero si el progreso existe (en Suiza) es preferible morirse de aburrimiento siendo suizo que perecer de hambre en Etiopia o por obra de torturas en cualquier satrapía tercermundista”.  Merece un aplauso el Nobel latinoamericano.

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