Wei tomó su caña, sus cebos de calamar y su gorra favorita y partió al muelle, pero ése no sería un día como cualquier otro.

Su carnada había atrapado algo; Wei recogió la línea, y entonces advirtió que lo que emergía del agua no era un pescado, sino un pedazo de goma fosforescente, algún resabio de lo que otrora podría haber sido un juguete plástico, o un pedazo de extenso elástico de alguna maquinaria. Iba a descartarlo cuando notó que «la cosa» se movía. Sí, estaba viva.
Wei Cheng Jian, a pesar del susto y la repugnancia, no lo dudó: dejó la criatura en el suelo y comenzó a sacarle fotos (que hoy están subidas a su muro de Facebook). La noticia explotó, y con ella la mística, el folclore, el pánico.
Si bien algunos biólogos consultados expresaron que, en su opinión, lo que el bueno de Wei había capturado se trataba probablemente de una especie de la familia de los gusanos Nemertea, no se tardó nada en temer que el bicho fuera una criatura extraterrestre, o algo salido de un portal infernal de los que imaginó el escritor H.P. Lovecraft.
La cinta delgada rosada que se observa en la foto, que también tenía movimiento propio, al parecer sería la lengua (que, de tratarse de un Nemertea, es utilizada para estrangular a su alimento al mejor estilo boa constrictora, ó bien para envenenar a su presa y adormecerla, dependiendo de qué clase de gusano dentro de tan hermosa familia sea).
Hasta el momento, no se ha determinado qué clase de bicho es realmente…
Los dejo con esta intriga mientras voy al supermercado; de golpe me ha dado un hambre inusitado por una gelatina de manzana. Saludos, niños de la Tierra!

Aún ni estoy casado ni tengo hijos; ergo, todo lo aprendido y lo que descubro hoy, es para ustedes. Ecce mi forma de sentirme útil. Súmesele un sentido del humor especial (riamos porque estamos de paso, riamos porque no somos tan importantes). Gracias por leer.