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Poco iba a permanecer en Argentina antes de partir nuevamente a Europa, aunque los motivos distaran demasiado de aquellos que le había proporcionado el arte. Las razones son políticas. La República Argentina inicia en 1976 lo que se denominó el Proceso de Reorganización Nacional y que significó el más cruento y oscuro golpe de estado de toda su historia, con un saldo de más de treinta mil “desaparecidos”, solo por contar, como corresponde, las bajas civiles víctimas del terrorismo de estado en su máxima y vergonzosa expresión. Carlos Alonso, corrió peligro cierto de perder la vida, por lo que se exilia en su amada Italia. Las garras de la muerte y la locura no lo dejan escapar del todo (quizás se haya cobrado lo más importante de él): Paloma, su hija, es secuestrada por los “grupos de tarea” (escuadrones de la muerte) del vil y genocida gobierno militar. En ocasión de la Art Gallery Buenos Aires de ese año Carlos Alonso presenta “El ganado y lo perdido”; fue el último acto antes del exilio, interrumpido por una amenaza de bomba y el consecuente desalojo de la galería.
En Madrid comienza a gestar “Inauguración”, un mural de dos metros por algo más de seis que le demandará más de 25 años para su culminación. Expone en la Galería Juana Mordó durante los dos años que demorará el retorno a su ultrajada patria. Se presenta en la Galería Palatina, donde expondrá con frecuencia. En 1982 se instala en Unquillo, Córdoba, donde aún hoy, perdido en el amplio jardín de su casa, en la cima de su carrera, trabaja, con estrictez, de 9 a 12, con el tesón de siempre. Ese año recibe el Diploma al Mérito y el Konex de Platino en Dibujo otorgado por la Fundación homónima, que repetirá en el año 1992. Obtiene el Premio en la Bienal de La Habana, Cuba.
En 1995 culmina aquel mural que empezara en España: “Inauguración”; allí refleja su profundo dolor por la pérdida de su hija que, concebido como un cuadro, el tiempo fue responsable de que Carlos Alonso le agregara nuevas imágenes hasta que las dimensiones fueran insuficientes. Amor, odio, dolor, alegría, personas, personajes, sueños, política, intimidad, repartidos y sintetizados todos en dos partes, cada una testigo de una etapa histórica que se funde en la siguiente.
Casi treinta años pasaron de aquellos días aciagos de retorno y duelo (eterno) y Carlos Alonso ha realizado más de un centenar de exposiciones individuales y ha superado esa cifra de muestras colectivas (Galería Palatina, Zurbarán, Museo Nacional de Bellas Artes, Centro Cultural Recoleta, entre las más destacadas). En el año 2003 se publica “Carlos Alonso, biografía en imágenes”, un libro fantástico que rescata gran parte de sus trabajos. Las torres Renoir de Puerto Madero acogen dos obras maravillosas del artista mendocino, en cuyas generosas dimensiones (dos metros por tres) son homenaje de Carlos Alonso al gran impresionista francés.
Obra de Carlos Alonso
Dibujante, grabador, pintor y muralista, admirador de la fotografía, Carlos Alonso ha tenido el enorme privilegio de haber estudiado y trabajado en su juventud, en época de incorporación de conocimientos y desarrollo, con un número increíble de genios del arte argentino como Berni, Spilimbergo, Salay, Audivert, Bernareggi, Sergi, Castagnino, Gómez Cornet; con quienes compartirá algo más que una relación de aprendizaje (con éste último pasa una temporada en su casa). Sin embargo, y allí radica su mérito, no imitó a ninguno, generó su propio sello y apoyado en los hombros de sus maestros (parafraseando a Newton) construyó un mundo mágico, plagado de talento y creatividad. Como ilustrador Carlos Alonso ha plasmado todo su soberbio arte en “Mano a mano”, “El Quijote”, “Martín Fierro”, “Antología de Juan”, “El juguete rabioso” de Roberto Arlt, “La lección de anatomía” (de chico coleccionaba libros de anatomía que tuvieron indudable influencia en sus trabajos), “El Matadero” de Esteban Echeverría, entre otras.
Los inicios de Carlos Alonso se ubican en el realismo social militante, comprometido, evolucionando hacia el expresionismo y la libertad de formas, siempre en la difícil búsqueda de captar al hombre, su entorno y la dialéctica que se traba entre ellos. Su obra es testimonio poderoso, a veces violento, de las circunstancias del ser humano, sus conflictos, su complejidad. Carlos Alonso posee la dosis extra de imaginación que se requiere no solo para comprenderse a sí y al otro, sino para encontrar el lenguaje (metafórico) para expresarlo comprensiblemente. Prolífica producción la suya que incluye retratos, naturalezas, paisajes, desnudos, todos evocativos, banderas enarboladas, mensajes contundentes, distintivos claros. Nada es aséptico en Carlos Alonso, todo tiene el añadido de su memoria (es fruto de ella, en realidad), a su vez meditado, premeditado por su lógica crítica y comprometida. Desde lo cotidiano y a partir de las cosas sencillas de la vida proyecta su línea reflexiva y conmovedora. Las contradicciones y paradojas de la Argentina se hallan en sus trabajos; la historia de un país que ha hallado el más fiel de sus espejos. Las pasiones habitan su paleta; la tragedia, el dolor consecuente, el amor (a veces trágico) y su anverso: el odio, deambulan por el límite impreciso de sus telas y papeles.
Se sumerge en el neorrealismo, al que le imprime su maestría para el dibujo, riguroso y técnicamente insuperable. Grabados, tintas, pinturas, acuarelas, collages y dibujos definen una ideología clara y contundente. Carlos Alonso es un gran pintor pero como dibujante es lisa y llanamente genial; así se aprecia en “El ganado y lo perdido”, “Carne”, “Lección de anatomía”, “Manos Anónimas”, “Amanecer argentino”, “La guerra del malón”, aclamada producción de más de 40 obras hechas entre 1962 y 1965; tintas y acuarelas para el libro del Comandante Prado, e infinitos etcéteras. Carlos Alonso posee una gran sensibilidad que parece no caber en su holgado metro ochenta de estatura; con esas sensaciones supo encontrar la belleza, hasta en el horror. Manos que acallan, que ciegan, que ahogan; manos sin dueño concreto aunque presumible; Jesucristo de los pobres hecho de cucharas y tenedores; reces mitad humanas a punto de conocer el filo agudo. En La Habana, Cuba, se encuentra esta obra símbolo de los años oscuros. No es la única. Paloma, militante de la Juventud Peronista, figura en la lista de la CONADEP, secuestrada en junio del año 1977.
Carlos Alonso escapó del dolor paralizante tan solo para permanecer en otra clase de sufrimiento. La misma moneda que mueve la vida y el arte; odio y amor, antagonistas que comienzan a adolecer de destinatarios y por ende, empiezan a morir. “He perdido todos aquellos ojos para los que pintaba”, sentencia Carlos Alonso, y en la tristeza confesional quizás estribe su grandeza.

Nací en Buenos Aires. Fue el 10 de noviembre del año 36 del siglo XX. Ese día murió José Hernández, curiosa circunstancia: la tradición ha acompañado mi vida.
Mi padre fue Noé Humberto Quiroga, un ingeniero que pavimentó, a diestra y siniestra, muchos caminos de la querida patria. Mi madre fue Angélica, un ángel simple, que enfermó cuando me ausenté de su lado para estudiar derecho en la ciudad capitalina. Lavié fue su apellido: no dejes de usar el apellido de tu madre pues a ella le debes la vida.
Es por eso que me conocen como Humberto Quiroga Lavié.
3 respuestas
En mi adolescencia me quedaba horas observando su obra. Un artista brillante, muy prolífero. Un creador inconfundible. Genial.
Quisiera saber si hay forma de contactarse con el pintor Carlos Alonso a través de la web o facebook para hacerle una consulta. Gracias.
Hola Gustavo. El pintor tiene hoy 88 años y me lo imagino alejado de la web y sus redes. Nosotros no tenemos su contacto tampoco. Gracias por tu interés.
Gratos saludos.