Ver también » Vida de Carolina Antoniadis
La obra de Carolina Antoniadis tiene la impronta de la nueva figuración, escuela creada por Ernesto Deira, Jorge de la Vega y Felipe Noé (con quien estudiara), adquirida en su paso por la Escuela de Bellas de Artes. También se suele ubicar su producción dentro del neodecorativismo, el arte conceptual, la neoornamentación y la abstracción; todas líneas que se superponen en cada una de sus obras con el trasfondo nada sencillo y mágico de la ironía y el humor.
Una hipótesis:
Su trato con los niños en sus años de maestra de jardín, la influencia fuerte de su familia, el ejercicio de la docencia (donde aprende e iza como baluarte el trabajo grupal, la racionalidad del diseño y la lírica de la pintura), tal vez sean las variables justas, las combinaciones exactas que han dado como resultado una artista de gran sensibilidad, que logra captar la esencia y la maravilla de lo cotidiano, los profundos y emocionantes componentes de la vida, que plasma con singular maestría en sus producciones. Carolina Antoniadis logra transmitir sensaciones profundas, conmociona, absorta al espectador que sucumbe frente a una muestra de su propia naturaleza. Su obra es poesía en estado puro. Sus pinturas se deslizan por una geometría plagada de color y nueva textura, con figuras superpuestas, sobreimpresas, en las que subyace, sutil aunque clara, la insinuación de un gesto, de una parte de la imagen humana.
Carolina Antoniadis desarrolla con maestría su técnica compuesta en la que dota de volumen a sus bellos trabajos, que a veces no escapan al collage.
Pero lo que hace a Carolina Antoniadis, lo que es, se basa en la captura de lo cotidiano; sus generosas superficies cautivan las imágenes de su infancia, la dulzura toda de esos años felices que son humanamente comunes; sentimientos esclavos de esa mirada tan femenina que se refleja en el espejo de sus telas, que llegan al corazón del espectador, inevitablemente conquistado, excluido, para siempre, de cualquier manumisión.
Sus primeras obras iniciaron esa línea de rescate emotivo, donde su mundo artístico giró sobre el hogar y sus afectos; poco a poco Carolina adoptó temas muchos más profundos y complejos pero nunca modificó esa perspectiva dulce aunque jamás ingenua que la caracteriza. Carolina Antoniadis se sumerge y revoluciona los conceptos de forma y contenido a los que amalgama en su aggiornado barroco iconoclasta (cada vez más realista). Instalaciones, objetos y cuadros se confabulan para crear una autobiografía que, ojalá, sea lo más extensa posible.

Nací en Buenos Aires. Fue el 10 de noviembre del año 36 del siglo XX. Ese día murió José Hernández, curiosa circunstancia: la tradición ha acompañado mi vida.
Mi padre fue Noé Humberto Quiroga, un ingeniero que pavimentó, a diestra y siniestra, muchos caminos de la querida patria. Mi madre fue Angélica, un ángel simple, que enfermó cuando me ausenté de su lado para estudiar derecho en la ciudad capitalina. Lavié fue su apellido: no dejes de usar el apellido de tu madre pues a ella le debes la vida.
Es por eso que me conocen como Humberto Quiroga Lavié.